viernes, 2 de marzo de 2012

MEMORIAS DE ADRIANO, DE MARGARITE YOURCENAR


Para que sean dichosas y fructíferas, tal vez ciertas lecturas deban abordarse en la edad adecuada, en el momento preciso, no antes (ni tampoco mucho después, no vaya a quedar el marcapáginas en la mitad).

Los fanáticos del libro dicen que leer Memorias de Adriano es una de las tres cosas que hay que hacer necesariamente en la vida. Esas categorizaciones siempre raspan, pero lo que no es exagerado afirmar es que se trata de un libro extraordinario. Un libro que quizá, sin querer, fue germen de la fiebre actual del género llamado “novela histórica”, aunque los títulos de ahora nunca lleguen a la excelencia de aquel libro “nodriza”.

Ya la peripecia de elaboración del libro fue casi una odisea, fue empezarlo y dejarlo y empezarlo de nuevo, y así sucesivamente en una especie de obsesión y deriva que se alargó muchos años. Al fin, la autora logra meterse en la cabeza del emperador Adriano para que éste cuente a su sucesor Marco Aurelio sus memorias (en forma epistolar), a la vez que hace recuento de su vida y reflexiona sobre su enfermedad, su idea de la guerra, las personas que han sido importantes para él o su inevitable muerte. Y así se mezclan -con sutileza- la historia y la ficción, la poesía y las reflexiones filosóficas: “…pero llegaba a la edad en que cada lugar hermoso nos recuerda otro aún más bello, donde cada delicia se carga con el recuerdo de delicias pasadas. Aceptaba entregarme a esa nostalgia que llamamos melancolía del deseo.”

No importa el mayor o menor rigor histórico: es gran literatura, no historia pura y dura. Es un libro denso e introspectivo, una carta de despedida, una reflexión sobre el ser humano, una novela. Yourcenar es mucho Yourcenar.