miércoles, 26 de diciembre de 2012

JUVENTUD, DE J.M. COETZEE


¿Novela? ¿Memorias? Da igual el género, un libro será lo que quiera que sea su autor (o su lector) y sobre todo será vulgar, bueno o extraordinario como éste. En la trilogía, este título se sitúa –cronológicamente, en la ficción- entre “Infancia” y “Desgracia”, y tal vez no sea la parte técnicamente más perfecta pero sí la más interesante para lectores exquisitos, por las referencias literarias que encierran sus páginas: a Pound, Eliot, Rilke, James, Beckett, Flaubert, Conrad, Kafka, F. M. Ford…

El contenido quizá es lo de menos. El relato autobiográfico de un joven universitario sudafricano que viaja a Londres con la esperanza de convertirse en artista y encontrar la pasión y la inspiración. Misión fallida, pero cuenta los pasos que da para ello, sus reflexiones, lecturas, evocaciones, escenas y experiencias de su vida y, sobre todo, dudas, angustias, preguntas, muchas preguntas: “¿Es verdad que el arte solo surge en la tristeza? ¿Debe volver a sufrir para escribir? ¿No existe también una poesía del éxtasis…?”. Pero la forma, el estilo es lo esencial en este autor: es de una sobriedad, de una elegancia y de una precisión que le convirtieron en Nobel 2003. Un escritor indispensable “…el que probablemente sea el mejor narrador contemporáneo vivo” (Vila-Matas, Babelia, 1-12-2012)

En casi medio centenar de post yo había procurado evitar la primera persona; romperé la regla, por fin: se me ocurre que este magnífico narrador –Coetzee- y su tetralogía (debo sumergirme aun, cuanto antes, sin falta, en la última entrega: “Verano”) son la mejor manera de acabar algo, lo que sea: un mal año, medio siglo de vida o este progresivamente lánguido, declinante blog.

domingo, 4 de noviembre de 2012

HIJO DE DIOS, DE CORMAC McCARTHY


Ya era otro olvido imperdonable que todavía no hubiese aparecido en este blog Cormac McCarthy, un escritor tan enorme como misterioso, seductor de lectores, eterno candidato al Nobel y siempre relegado en la arbitraria pedrea final.

Aquí el protagonista es Lester Ballard, un marginado social que sobrevive en los bosques como una alimaña, como un salvaje, resentido, desconfiado y frustrado sexualmente. Por eso comete horribles asesinatos, robos, necrofilia, repulsivos actos en los que el escritor no ahorra detalles ni realismo, no renuncia a lo explícito, impactando al lector; pero al mismo tiempo ejerciendo crítica también de la sociedad que margina a los seres diferentes, de manera que Cormac no condena del todo a un tipo que a veces aparece más como un pobre hombre que como un criminal.

Este “Hijo de Dios” es uno de sus primeros libros y quizá un título menor, pero deja ver ya sus posteriores temas favoritos y las características de su brillante escritura, como adelanto de las que serán luego sus obras más conocidas (por su adaptación al cine), “La Carretera” y “No es país para viejos”. Prosa casi poética (en descripciones sobre todo), diálogos sin guiones, estilo directo, intenso, seco. Y al lado de una delicada descripción, una terrible escena de crueldad. Y luego el mal, la violencia, ambientes desoladores, atmósferas envolventes, situaciones apocalípticas, personajes marginales, inadaptados, siempre en el límite, aunque sean en cierta manera redimidos por el autor pues –como en este caso- también son “hijos de Dios”.

lunes, 8 de octubre de 2012

FANTASMAS DE PIEDRA, DE MAURO CORONA


El título es muy poético, pero lo que verdaderamente resume el espíritu, el sentido y la idea del libro es el subtítulo: cuando una aldea era el mundo. Eso es lo sustancial, el gran descubrimiento de una narración que indaga en las vivencias, en la infancia, en la memoria siempre y a veces también en la leyenda para mostrar un mundo ya desaparecido, la crónica de una aldea auténtica tal como eran antes, con hombres y mujeres y hechos y anécdotas y vida de verdad. Hasta con cuatro estaciones de verdad, que son las cuatro partes en las que está estructurado este sorprendente libro.

Corona recorre casa por casa su desaparecida aldea, Erto, en el norte de Italia, para glosar lo que había detrás de cada pared ruinosa o lo que recuerda o imagina que pudo haber: artesanos y artistas, herreros, leñadores, carpinteros, jugadores empedernidos, torneros, campesinos, panaderos… Fantasmas de piedra que reviven fugaz, literariamente, siquiera mientras dura la lectura de esas páginas. Y el autor posa sobre ellos una mirada tierna, quizá nostálgica pero no melancólica, más bien reivindicativa de una época en la que “la vida bullía vivaz, serenamente (…) era una vida sencilla, esencial, entreverada de momentos de devoción y de trabajo.” Un mundo en el que, dice, no se notaba la ausencia de comodidades; era normal. Las echamos en falta desde que las hemos conocido. En aquel tiempo, dice también, “…se vivía, había alegría, gritaban los niños, jugaban, se perseguían bajo el cielo de la tarde”.

Es una lástima –se lamenta Corona, y muchos coincidimos- pero aquel viejo mundo se perdió y con él tantas cosas: la manualidad, el uso de las manos “no existen las buenas manos, las manos se hacen haciendo (…) nuestros hijos ya no saben siquiera encender la lumbre. Si se pierden en el bosque y hace frío, se mueren congelados. No saben trenzar unas varas, plantar un árbol, ni son capaces siquiera de sembrar una patata.” En fin, “historias de un microcosmos desaparecido”. Desgraciadamente, aunque esa perdición haya servido para alumbrar este precioso libro.

domingo, 2 de septiembre de 2012

AQUELLA EDAD INOLVIDABLE, DE RAMIRO PINILLA


El fútbol ha inspirado a buenos escritores, en la literatura y en el periodismo: Galeano, Montalbán, Enric González, Trueba, Segurola… y ahora Pinilla, Ramiro Pinilla, otra vez él.

Era buen momento -recién salidos del armario del forofismo español, de la euforia futbolística europea y patria, todavía ostentado símbolos en balcones, coches y tractores- para engendrar una novela emotiva sobre el fútbol y el club de la infancia y la memoria. Porque lo del Athletic parece una mera excusa para hacer literatura de la niñez y de la nostalgia. También de los ídolos y de la pasión: “En este mundo hay que tener algo grande por encima de nuestras cabezas. Unos tienen a Dios y otros al Athletic”, exclama a media novela el padre del protagonista, Souto Menaya, alias Botas, delantero vasco que firma el gol de la victoria contra el Madrid, saborea la gloria pasajera, conoce la desgracia de una lesión que le inhabilita, acaba atormentado ensobrando cromos entre los que está él mismo y se niega a traicionar a su club y a confesar al Marca que aquel gol definitivo lo metió con la mano, aunque la recompensa fuera un trabajo bien pagado (y sentado, el único posible para él). Alrededor de esa fábula, otras historias amargas: un noviazgo difícil, un padre forofo, una madre traumatizada, unos directivos ladinos. Y (con el fútbol de telón de fondo) la represión de posguerra, la identidad vasca, la inocencia de la infancia, la pasión, la épica, la fidelidad, la dignidad de decir “no”. Tantas cosas que acaban complicando una novela sencilla, tantas historias pequeñas en manos de un escritor grande.

viernes, 13 de julio de 2012

DESAYUNO EN TIFFANY´S, DE TRUMAN CAPOTE



Otra vez el genio, el talento inmenso de Capote, siempre brillante, delicioso, sublime. No hablamos de la efectista adaptación cinematográfica, más virada hacia el glamour y lo chic, sino del librito de poco más de cien páginas que retrata la frívola sociedad neoyorquina en torno al personaje de Holly Golightly, una mujer frágil, alocada y encantadora, alegre pero atormentada, triste pero soñadora, elegante, inmadura, sofisticada, ingenua y casi todos los adjetivos que se nos ocurran sobre el personaje. Adorable, en suma, aunque ella misma advierte sobre sí misma “no se enamore nunca de ninguna criatura salvaje… no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes”

Inunda las páginas de un sabor amargo la vida melancólica de la protagonista, buscando el verdadero amor continuamente mientras se rodea de amantes, eso sí, con toda la honestidad posible (“…no puedes cobrar sus cheques y al menos no intentar que los amas”) y subordinando su felicidad al anhelo casi exclusivo de desayunar en Tiffany´s. A su alrededor giran personajes singulares: un barman, un mafioso, un millonario, una lesbiana, un gato o un vecino escritor en ciernes (narrador del libro y enamorado de Holly), entre otros. Todos componen una historia emotiva y cruda, adornada con los diálogos y el estilo magnífico de Capote. Y las aventuras de la cautivadora Holly acaban en un final lastimoso, duro, perturbador: huyendo mientras dice “no saber lo que es tuyo hasta que no lo has arrojado…” y sonriendo “con aquella nueva sonrisa sin alegría”.

Un deleite, un regalo de libro.

martes, 5 de junio de 2012

DIARIO DE INVIERNO, DE PAUL AUSTER


Cambio de género aunque no de estilo. Cambio de registro en el aclamado y prolífico Auster: de la ficción al diario, a la memoria, a la autobiografía. Esta vez, su libro es una mirada serena y optimista a lo que ha sido su vida, ahora que entra en el (invierno) tramo final, al menos en el último cuarto, cuando se da cuenta de que ya no es joven y “…los dolores son sin duda más persistentes y obstinados”.

Auster hace inventario de sus peripecias, ya desde niño: golpes, sustos, dolores, peleas, enfermedades, cicatrices, experiencias, viajes… incluso de un par de docenas de domicilios en los que vivió, descritos con detalle excesivo aunque explicable en un escritor (que debe aislarse, vivir mucho tiempo en casa). Y también habla de su gente, padres, esposas, hijas y, sobre todo, de la suerte del amor, de la suerte de su actual mujer, la persona más importante en su vida y que quizá explica ese tono final esperanzado del libro.

Diario deslavazado pero interesante, con reflexiones sobre el miedo a la muerte, la angustia de envejecer o la nostalgia del tiempo pasado pero también con divertidos brindis, por ejemplo, al tabaco y al alcohol, placeres personales que nunca piensa abandonar. Un libro que tal vez gustaría de firmar todo escritor al llegar a cierta edad y que es a la vez un poco circular: comienza así “Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes seis años”, y termina con “Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro años”. Sólo que ahora, al final, se pregunta: “¿cuántas mañana quedan? Has entrado en el invierno de tu vida.”

viernes, 11 de mayo de 2012

PASEOS CON MI MADRE, DE JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

Más libro de memorias que novela. Vivencias y mucha nostalgia del autor desde su barrio de Sant Adriá, al hilo de sus paseos por la orilla del río Besós. Pero también es el retrato de una generación y de una época –años ochenta- y una reflexión muy interesante sobre Barcelona. En principio, tres consideraciones. Primero, una vez más se demuestra aquello de que todos los autores escriben siempre el mismo libro (Los príncipes valientes). Segundo, aunque ya se palpaba muy clara, aquí la influencia de Umbral (“Siendo de barrio no querré yo ser de barrio…”) es honradamente confesada por el propio autor (más que la de Marsé o Montalbán). Y tercero, y lo más importante, el retrato de la Barcelona que nos muestra Andújar, una sociedad cerrada y exclusiva que sin duda existe, una ciudad que vive de espaldas a su gente de barrio: “querer verla desde el barrio es como intentar tocarse el codo con la mano del mismo brazo”. El segundo capítulo, titulado La ciutat podrida en honor de La Banda Trapera del Río, habla del clasismo de familia, de tres estratos en su pirámide sociológica, de abajo a arriba: “la multitud, las familias y la élite”. Es decir, el magma anónimo –los de laderas y descampados, imposibilitados para acceder a Diagonal (en el sentido de integrarse), expulsados de paraísos como el Palau-, familias intermedias y otras aún más poderosas. Estratos impermeables entre sí, verdadero mal endémico que ya cantó Serrat: “…que por un día el rico y el villano, el prohombre y el gusano, bailen y se den la mano, sin importarles la facha”. Por lo demás, buen libro y buen escritor, estilo personal y cuidado aunque no para todos los gustos, y paseos para recordar y denuncia. Desmitificación -para los de fuera- de una ciudad en la que “…se está en el cuarto de invitados durante un par de generaciones, y luego ya se accede al cuarto de servicio. Porque de Barcelona sólo se es por familia y por dinero, en riguroso orden.”

jueves, 3 de mayo de 2012

VIAJES Y OTROS VIAJES, DE ANTONIO TABUCCHI

Ahora que se ha ido (recientemente) bueno será recuperar a un escritor apreciado y a un tipo legal, cosmopolita y valiente. Puede ser la excusa perfecta su último libro, una crónica de viajes narrada ya desde la nostalgia, desde el presentido final de una vida, con evidentes aires de despedida. Sostiene Tabucchi en su introducción que “al escribir, uno se imagina que es otro y que vive una vida ajena. Y que está en otro lugar. La escritura es un viaje fuera del tiempo y del espacio.” Pero además él viajó mucho en realidad, lo que consideró un enorme privilegio porque “tener siempre los pies en el mismo suelo (…) puede provocar un peligroso equívoco, el de hacernos creer que esa tierra nos pertenece”. Viajar debió ser una de sus grandes pasiones. Y así lo refleja este Viajes y otros viajes: lugares, culturas, mapas, autobiografía, datos históricos, lecturas y recuerdos. Además de Lisboa, su alma verdadera, su patria literaria adoptada, se nota que hubo otros lugares amados como Creta, Brasil o India. También aparecen lugares conocidos “por persona interpuesta” y geografías imaginarias como Macondo o Yoknapatawpha. Incluso habla el autor de lo que denomina “no lugares”: aeropuertos, supermercados o estaciones, espacios en los que pasamos buena parte de nuestro tiempo pero en los que estamos como en suspenso “…porque son espacios de uso y de paso, una suerte de limbos urbanos”. Pero lo mejor, tal vez, es que se trata de uno de esos libros que hablan de otros libros: La Plaza del Diamante, El conde de Montecristo, Pasaje a la India y así hasta casi ochenta títulos. En suma, mucha literatura y todavía más sentimiento en su libro de viajes, quizá como correspondía a una especie de testamento literario del bueno de Tabucchi, al que sólo le faltó por escribir sobre “…los viajes más extraordinarios. Son los que no he hecho, los que nunca podré hacer”.

lunes, 9 de abril de 2012

EL DESVÍO A SANTIAGO, DE CEES NOOTEBOOM


Otra vez el Camino. Pero sólo de perfil, como coartada, como pretexto para consumar un largo viaje y alumbrar un estupendo libro con la crónica del mismo. No sólo es un viaje por la gran Ruta. No es un peregrino el caminante, es un gran escritor viajero. Es un recorrido lleno de desvíos, de caminos alternativos, peinando nuestra geografía y apurando mil rincones. Y no es sólo el relato de una excursión turística, ni mucho menos. Es una reflexión sobre nuestro país y nuestra gente, una profunda disertación sobre nuestra Historia, un relato de experiencias y sensaciones, una completa guía artística, un libro denso, deslumbrante, culto.

Nooteboom es un holandés inquieto y erudito que confiesa su amor por España y lo demuestra. Sabe todo de nosotros, ha visto, leído y visitado todo, para poder pensar y escribir con propiedad de una España “… brutal, anárquica, egocéntrica, cruel.”

Al final, tras serpentear por pueblos y ciudades, llega a Santiago, sí. Pero no como destino de nada ni atrapado por su fervor apostólico, sino como justificación de un trayecto que debe tener un norte, un límite pre-fijado. Todo itinerario ha de tener una meta. Y qué mejor remate para un fascinante viaje que el lugar simbólico de Compostela, la ciudad que “….cuando llueve, brilla y vive”. Y es que algunos lugares tienen eso “una magia a través de la cual participas del pensamiento de otros hombres desconocidos…” que pasaron antes por allí.

¿PUEDE UN CRÁPULA ESCRIBIR BIEN?, DE VÍCTOR MORENO


Un librito agita nuestras dudas y nos sirve de reflexión. No es más que un breve ensayo del audaz crítico Víctor Moreno sobre si un mal bicho puede o no ser un gran escritor. Tal vez la pregunta sólo daba para un largo artículo, pero él estiró el tema hasta un libro corto. Aún así, se agradece el esfuerzo de dilatación porque ello le da pie para incluir ejemplos, atizar con valentía e ironizar. Se plantea, para empezar: ¿qué es un crápula, aquel que no coincide con nuestras ideas, lo fueron o lo son Handke, Quevedo, Baroja, Faulkner…? Otro dilema que extraña: ¿porqué esto se cuestiona sólo con escritores y no con otros artistas, pintores o músicos? Y repasa entonces tópicos, tradiciones y mentiras “propias” del oficio de escritor, que pueden ser la clave de tal peculiaridad.

Segunda parte del libro, que titula Ideología y escritura: habla de la manía de encuadrar a los escritores ideológicamente, pero ¿y los epicenos, los equidistantes, los ambiguos que no se significan? ¿y esa obsesión por distinguir entre autores más o menos comprometidos? Al fin, concluye que los valores éticos pueden estar por encima de otros, pero que los estéticos no se invalidan por carecer de aquellos otros morales. Y un canalla puede escribir como los ángeles, aunque nos repugne: “De ahí que cualquiera, hasta el más granuja, puede escribir bien, sea hijoputa o carmelita descalzo, un voyeur como Proust o un pornógrafo como el poeta Larkins”. Es más –asegura Moreno- los escritores geniales, si bien se piensa, suelen darse sobre todo entre los crápulas.

Finalmente el lector decide, pero para la literatura poco importa que un escritor sea un buen ciudadano. “Ni Chesterton, que es un santo para muchos meapilas como De Prada, pasará a la historia por ser mejor escritor, por ejemplo, que Céline”.

viernes, 2 de marzo de 2012

MEMORIAS DE ADRIANO, DE MARGARITE YOURCENAR


Para que sean dichosas y fructíferas, tal vez ciertas lecturas deban abordarse en la edad adecuada, en el momento preciso, no antes (ni tampoco mucho después, no vaya a quedar el marcapáginas en la mitad).

Los fanáticos del libro dicen que leer Memorias de Adriano es una de las tres cosas que hay que hacer necesariamente en la vida. Esas categorizaciones siempre raspan, pero lo que no es exagerado afirmar es que se trata de un libro extraordinario. Un libro que quizá, sin querer, fue germen de la fiebre actual del género llamado “novela histórica”, aunque los títulos de ahora nunca lleguen a la excelencia de aquel libro “nodriza”.

Ya la peripecia de elaboración del libro fue casi una odisea, fue empezarlo y dejarlo y empezarlo de nuevo, y así sucesivamente en una especie de obsesión y deriva que se alargó muchos años. Al fin, la autora logra meterse en la cabeza del emperador Adriano para que éste cuente a su sucesor Marco Aurelio sus memorias (en forma epistolar), a la vez que hace recuento de su vida y reflexiona sobre su enfermedad, su idea de la guerra, las personas que han sido importantes para él o su inevitable muerte. Y así se mezclan -con sutileza- la historia y la ficción, la poesía y las reflexiones filosóficas: “…pero llegaba a la edad en que cada lugar hermoso nos recuerda otro aún más bello, donde cada delicia se carga con el recuerdo de delicias pasadas. Aceptaba entregarme a esa nostalgia que llamamos melancolía del deseo.”

No importa el mayor o menor rigor histórico: es gran literatura, no historia pura y dura. Es un libro denso e introspectivo, una carta de despedida, una reflexión sobre el ser humano, una novela. Yourcenar es mucho Yourcenar.

viernes, 17 de febrero de 2012

EN TIERRAS BAJAS, DE HERTA MÜLLER


Dentro de su evidente injusticia (aunque sean justos, siempre son relativos) al menos los premios -también el Nobel- sirven a veces para descubrir autores y literaturas poco conocidas. Así ocurría en el 2009 con esta gran escritora rumana.

En tierras bajas fue su primera obra, seguramente muy autobiográfica. Varias historias de su país natal contadas desde los ojos y la mente de una niña. Relatos que describen una aldea y sus habitantes, y la vida rural (costumbres, labores) nada idílica, y los sucesos familiares de esa niña (vivencias, sensaciones) nada dulces. Relatos sencillos pero llenos de detalles, que dan cuenta de una realidad dura, de un ambiente opresivo en el entorno de la narradora, trasunto del otro clima de represión en el país bajo la dictadura de Ceaucescu.

Libro amargo, pues. Para transmitir ese mundo duro, Müller usa trazos cortos, frases precisas, casi cortantes, rotundas. Pero lo hace con una narración por momentos discontinua y con ritmo de poesía, mezclando también sueños de esa niña. Todo ello suaviza mucho tanta crudeza (la misma técnica y casi los mismos retratos volvió a utilizar en su pequeña novela El hombre es un gran faisán en el mundo)

“Un chirrido cae escaleras abajo. Levanto la cabeza y la dejo caer de nuevo. Papá baja siguiendo el chirrido. Está descalzo. Con sus grandes dedos palpa la puerta negra. La puerta no chirría. Los dedos de los pies de papá crujen y el candado de la puerta negra se cierra tras él en silencio. Mi tía suelta una risita y dice: pies fríos. Papá hace chasquear los labios y dice: ratones y heno. La cama rechina. La almohada respira ruidosamente. La manta se encabalga en largas sacudidas. Mi tía gime. Papá jadea. La cama da breves sacudidas sobre su armazón.”

jueves, 2 de febrero de 2012

NO PONGAS TUS SUCIAS MANOS SOBRE MOZART, DE MANUEL VICENT


Vale, el libro tiene sus años, Madrid es otra ciudad distinta de la que pinta y este país también (es verdad aquello de que no lo conoce ni la madre que lo parió). Pero ¿qué más da? El estilo es eterno y el de Vicent sublime.

Un progre, un tipo de izquierdas sometido sin rechistar a la anarquía de sus hijos por miedo a que le tachen de reaccionario, se rebela de golpe, le arrea un bofetón a su hija y la echa de casa. El detonante: ella y sus golfos amigotes habían invadido el hogar y su hija pretendía poner para sus compinches sus discos de Mozart. Eso no, por ahí no pasó aquel hombre. Ese artículo genial da título al libro. Hay muchos más, veintitantos, todos artículos de prensa publicados en una época determinada y fruto del inmenso poder de observación del autor ante ciertos hechos (cotidianos para los demás, literariamente extraordinarios para él): la visita espectáculo del Papa Wojtyla, un día cualquiera en el Retiro, el niño chantajista de unos padres separados, el impacto de un concierto de los Rolling, etcétera. Es decir, cuadros de situaciones y radiografías de personajes, concebidos desde la mente de un escritor contemplativo y cínico.

Pero Vicent es además un gran creador de imágenes. Así empieza el artículo La noche íntima de Madrid: “En la puerta del garito, un conserje manco, iluminado por un reflejo de color quisquilla, aprieta con el muñón un taco de localidades contra la vesícula y pregona a media voz la entrada al paraíso por el precio de ochocientas pesetas, consumición incluida.” Así empieza la crónica No sonrías a un desconocido: “Era una de esas que va reventando las costuras y hace parar las taladradoras en la calle.”

viernes, 6 de enero de 2012

UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR, DE LUIS SEPÚLVEDA


Antonio José Bolívar es el anciano solitario que lee novelas de amor. Un viejo que convivió largos años con la tribu indígena shuar, que conoce sus costumbres y que conoce los secretos de la selva amazónica, a diferencia del despreciable alcalde del remoto pueblo de El Idilio y de los devastadores colonos de la zona. En una cacería organizada, el viejo logra acabar con el peligro de una tigrilla feroz y regresar a su choza para seguir leyendo las novelas que le proporciona un dentista amigo que llega al poblado de cuando en cuando.

Una trama, por tanto, sencilla, aunque tampoco es el pringoso melodrama que parece anunciar su engañoso título. Al contrario, detrás de la historia subyace una idea de denuncia del supuesto progreso del hombre blanco, la idea de conflicto entre civilización (el viejo, “poseedor del antídoto contra el ponzoñoso veneno de la vejez. Sabía leer”) y barbarie (buscadores de oro, gringos, “…colonos que destrozan la selva construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto”). De fondo, la selva llena de misterio, de color, de lujuria vegetal.

Bien: hay jungla, hay aventura, hay hallazgos, hay buenas intenciones, sin embargo nuestro autor no es Márquez ni Conrad. Lástima. Y una vez más ocurre que llegar a ciertas lecturas por entusiastas sugerencias resulta un pequeño chasco, que no se acaban de cumplir las expectativas creadas, que no está mal, pero…

EL ARPA DE HIERBA, DE TRUMAN CAPOTE


Otro inevitable, otro genio. Tan brillante que gozó de la admiración de sus contemporáneos, con tanto talento que no pudo malgastarlo ni siquiera con una existencia de absoluta piltrafa (la película Capote lo mostró muy bien, y quizá el oscarizado actor fuese todavía menos excesivo que el personaje).

A sangre fría ya le habría bastado para ocupar un puesto en el olimpo literario. Pero además están sus relatos, sus narraciones breves perfectas, como esta pequeña novela de título evocador. El arpa de hierba es una historia entretenida y tierna, pero también autobiográfica pues el autor se basó en su propia infancia que compartió con dos tías solteras y mayores. Y eso mismo narra el libro, en primera persona a través de Collin, un joven huérfano que vive con sus tías Dolly y Verena, y la criada negra Catherine. No ocurre nada demasiado extraordinario, salvo que un día las hermanas discuten y una de ellas, con el sobrino y la criada, decide huir e instalarse en una casa construida en un árbol en medio del bosque, donde se les unen un amigo de Collin y un viejo juez. El pueblo entero se revoluciona entonces y por las cercanías del árbol circulan los personajes más peculiares como el reverendo o el sheriff. Lo de menos, pues, es la historia, casi un cuento increíble. Lo de más es la maestría para describir situaciones sencillas pero llenas de matices, la prosa precisa y dulce, la sensibilidad con la que trata a unos personajes cautivadores. Y siendo una de sus primeras novelas, es además un libro más exquisitamente poético que los posteriores: “la pradera (…) se torna roja a la puesta del sol y las sombras de color escarlata, semejantes al resplandor de una hoguera, pasan sobre la hierba, arrastradas por las ráfagas de los vientos otoñales que, al agitar suavemente sus hojas, emiten un leve suspiro que parece música humana: un arpa de voces”. Esmerada poesía.