lunes, 28 de marzo de 2011

TANTA PASIÓN PARA NADA, DE JULIO LLAMAZARES


“… la vida es una pasión inútil” afirma el autor en su prólogo, para justificar tanto su pertinaz nihilismo personal como el título del libro. Y bajo esa declaración quieren agruparse, algo forzadamente, una docena de relatos escritos en los últimos años por el excelente narrador leonés.

Un futbolista que falla el penalti de su vida, el anciano -enfermo terminal- que recupera a su primer amor para el tiempo que le queda, el escritor al que no le sale un cuento de encargo, un maqui -médico y anónimo- que salva a escondidas a una niña muy enferma, un minero ciego por un barreno que revisita aquella mina abandonada para escuchar todavía la explosión y su música de acordeonista…

Todas esas hermosas historias componen lo último –no lo mejor- que ha escrito el gran autor de La lluvia amarilla. Se ve que es un librito de transición entre otros trabajos mayores. Pero siempre está ahí la maestría del escritor, sobre todo para extraer la enjundia a personajes singulares, a veces marginales, siempre interesantes, entrañables y auténticos. Y siempre están ahí las señas de identidad de su obra: la tradición oral, la memoria, las leyendas, la guerra civil, el silencio, la derrota, el olvido, los recuerdos, la soledad… materias de las que él tanto sabe y tanto bueno ha escrito.

domingo, 13 de marzo de 2011

INDIGNEZ-VOUS (INDIGNAOS), DE STÉPHANE HESSEL



Indignarse es el verbo resultante de la indignación, estado anímico que el María Moliner define como "enfado violento provocado en alguien por una acción injusta o reprobable". Una actitud que presupone: 1) una situación que clame al cielo 2) voluntad, energía o ambas cosas para condenar aquélla.

Stéphane Hessel, desde la serenidad de sus 93 años y de su bagaje vital encuentra la voluntad y la energía necesarias. Porque sobran razones para soliviantarse con la que está cayendo: los ricos son cada vez más ricos, lo que conlleva que los pobres sean miserables. Es triste que tenga que ser un anciano quien meta el dedo en la llaga.

Apuntemos sólo dos ideas de este panfleto, epígono de otros tiempos de indignación, que se lee casi en el tiempo de esta reseña.

La Europa de la postguerra, desmantelada pero con un ideal, supo construir un Estado del bienestar, al cual, según se pregona, tendremos que renunciar inexorablemente. Y ante tamaño sinsentido, parece que no pasa nada, se indigna el venerable superviviente de Auschwitz, que apela, para concluir, a (la traducción es nuestra):

"una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que únicamente proponen como horizonte para nuestra juventud el consumo desenfrenado, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competencia a ultranza de todos contra todos.

(Ya se ha traducido al español con prólogo de un venerable sabio de la quinta de Hessel: José Luis Sampedro)

martes, 1 de marzo de 2011

EL FACTOR HUMANO, DE JOHN CARLIN


Existe un recelo injusto entre lectores exquisitos, que identifican siempre bestseller con literatura despreciable, de consumo, paraliteratura. Error. Algunos (La conjura de los necios, El perfume, El nombre de la rosa…) dicen lo contrario. El factor humano también pertenece a esos superventas de calidad.

Con una cita del propio Mandela (“No hay que apelar a su razón, sino a sus corazones”) comienza el sensacional libro-reportaje, una larga investigación y biografía de la personalidad más poderosa del siglo pasado, pero incidiendo en el toque humano (Human Touch el título original): conciliador, generoso, seductor, afable y grande de espíritu. Cabría pensar que el libro procura agrandar la leyenda, pero tan gigantesco líder no lo necesita. Mandela, tras veintisiete años en prisión, encontró en el rugby y en el mundial de 1995, el instrumento político para ayudar a la construcción nacional, a la paz y estabilidad en Sudáfrica y lograr el gran reto de la unificación nacional después de cuatro décadas de odio racial de los blancos afrikaners y de feroz apartheid simbolizado en el rugby. Cambió el curso de la Historia logrando que la población y la resistencia negra apoyasen al odiado equipo de los Springboks -el emblema Springbok era un detestable símbolo del apartheid- y ganasen el mundial y celebrasen finalmente todos la victoria. Se ganó a los suyos y luego a los enemigos. Logró “crear sudafricanos”.

Carlin, con un lenguaje sencillo, mantiene la tensión y el ritmo del relato: hace literatura. Entrevistando a un repertorio de personajes principales de aquel momento memorable, con documentación, rigor y talento, Carlin hace además periodismo. Poco más se podía pedir. Si acaso, que Clint Eastwood hiciera Invictus.

EL MUNDO, DE JUAN JOSÉ MILLÁS


Conocido y gran articulista, irónico, de humor afilado, atento al minúsculo detalle que se les escapa a los demás, certero a fuer de valiente, que se compromete y se moja y se define, Juanjo Millás es además autor de inolvidables reportajes y entrevistas, magnífico pues en su labor periodística (hay columnas suyas verdaderamente gloriosas, perfectas, coleccionables).

Sin embargo, ay, no parece que le haya tomado el pulso a la novela a juzgar por la que le proporcionó el Planeta hace tres años, prueba también de que dicho premio (no limpio, ofrecido de antemano, que sólo –con acento- busca un nombre) no es garantía de nada. Más aún, en este caso la novela casi no lo es. Son en realidad recuerdos, escenas, anécdotas, memorias. Un relato intimista y autobiográfico de la infancia y juventud del autor: de su calle, su casa, su familia, sus vecinos… su mundo y su visión del mismo. Entrañable, sin duda, mas ¿dónde está la creación de personajes y ambientes, de la atmósfera de una novela? Aún así, siempre aparece el detalle redentor, el detalle que salva incluso a un libro menor: “El que ha tenido frío de pequeño, tendrá frío el resto de su vida, porque el frío de la infancia no se va nunca”.

Pero más que en su novela El Mundo, en el periodismo Millás sí que ha creado un mundo de trabajos y personajes interesantes.