miércoles, 26 de diciembre de 2012

JUVENTUD, DE J.M. COETZEE


¿Novela? ¿Memorias? Da igual el género, un libro será lo que quiera que sea su autor (o su lector) y sobre todo será vulgar, bueno o extraordinario como éste. En la trilogía, este título se sitúa –cronológicamente, en la ficción- entre “Infancia” y “Desgracia”, y tal vez no sea la parte técnicamente más perfecta pero sí la más interesante para lectores exquisitos, por las referencias literarias que encierran sus páginas: a Pound, Eliot, Rilke, James, Beckett, Flaubert, Conrad, Kafka, F. M. Ford…

El contenido quizá es lo de menos. El relato autobiográfico de un joven universitario sudafricano que viaja a Londres con la esperanza de convertirse en artista y encontrar la pasión y la inspiración. Misión fallida, pero cuenta los pasos que da para ello, sus reflexiones, lecturas, evocaciones, escenas y experiencias de su vida y, sobre todo, dudas, angustias, preguntas, muchas preguntas: “¿Es verdad que el arte solo surge en la tristeza? ¿Debe volver a sufrir para escribir? ¿No existe también una poesía del éxtasis…?”. Pero la forma, el estilo es lo esencial en este autor: es de una sobriedad, de una elegancia y de una precisión que le convirtieron en Nobel 2003. Un escritor indispensable “…el que probablemente sea el mejor narrador contemporáneo vivo” (Vila-Matas, Babelia, 1-12-2012)

En casi medio centenar de post yo había procurado evitar la primera persona; romperé la regla, por fin: se me ocurre que este magnífico narrador –Coetzee- y su tetralogía (debo sumergirme aun, cuanto antes, sin falta, en la última entrega: “Verano”) son la mejor manera de acabar algo, lo que sea: un mal año, medio siglo de vida o este progresivamente lánguido, declinante blog.

domingo, 4 de noviembre de 2012

HIJO DE DIOS, DE CORMAC McCARTHY


Ya era otro olvido imperdonable que todavía no hubiese aparecido en este blog Cormac McCarthy, un escritor tan enorme como misterioso, seductor de lectores, eterno candidato al Nobel y siempre relegado en la arbitraria pedrea final.

Aquí el protagonista es Lester Ballard, un marginado social que sobrevive en los bosques como una alimaña, como un salvaje, resentido, desconfiado y frustrado sexualmente. Por eso comete horribles asesinatos, robos, necrofilia, repulsivos actos en los que el escritor no ahorra detalles ni realismo, no renuncia a lo explícito, impactando al lector; pero al mismo tiempo ejerciendo crítica también de la sociedad que margina a los seres diferentes, de manera que Cormac no condena del todo a un tipo que a veces aparece más como un pobre hombre que como un criminal.

Este “Hijo de Dios” es uno de sus primeros libros y quizá un título menor, pero deja ver ya sus posteriores temas favoritos y las características de su brillante escritura, como adelanto de las que serán luego sus obras más conocidas (por su adaptación al cine), “La Carretera” y “No es país para viejos”. Prosa casi poética (en descripciones sobre todo), diálogos sin guiones, estilo directo, intenso, seco. Y al lado de una delicada descripción, una terrible escena de crueldad. Y luego el mal, la violencia, ambientes desoladores, atmósferas envolventes, situaciones apocalípticas, personajes marginales, inadaptados, siempre en el límite, aunque sean en cierta manera redimidos por el autor pues –como en este caso- también son “hijos de Dios”.

lunes, 8 de octubre de 2012

FANTASMAS DE PIEDRA, DE MAURO CORONA


El título es muy poético, pero lo que verdaderamente resume el espíritu, el sentido y la idea del libro es el subtítulo: cuando una aldea era el mundo. Eso es lo sustancial, el gran descubrimiento de una narración que indaga en las vivencias, en la infancia, en la memoria siempre y a veces también en la leyenda para mostrar un mundo ya desaparecido, la crónica de una aldea auténtica tal como eran antes, con hombres y mujeres y hechos y anécdotas y vida de verdad. Hasta con cuatro estaciones de verdad, que son las cuatro partes en las que está estructurado este sorprendente libro.

Corona recorre casa por casa su desaparecida aldea, Erto, en el norte de Italia, para glosar lo que había detrás de cada pared ruinosa o lo que recuerda o imagina que pudo haber: artesanos y artistas, herreros, leñadores, carpinteros, jugadores empedernidos, torneros, campesinos, panaderos… Fantasmas de piedra que reviven fugaz, literariamente, siquiera mientras dura la lectura de esas páginas. Y el autor posa sobre ellos una mirada tierna, quizá nostálgica pero no melancólica, más bien reivindicativa de una época en la que “la vida bullía vivaz, serenamente (…) era una vida sencilla, esencial, entreverada de momentos de devoción y de trabajo.” Un mundo en el que, dice, no se notaba la ausencia de comodidades; era normal. Las echamos en falta desde que las hemos conocido. En aquel tiempo, dice también, “…se vivía, había alegría, gritaban los niños, jugaban, se perseguían bajo el cielo de la tarde”.

Es una lástima –se lamenta Corona, y muchos coincidimos- pero aquel viejo mundo se perdió y con él tantas cosas: la manualidad, el uso de las manos “no existen las buenas manos, las manos se hacen haciendo (…) nuestros hijos ya no saben siquiera encender la lumbre. Si se pierden en el bosque y hace frío, se mueren congelados. No saben trenzar unas varas, plantar un árbol, ni son capaces siquiera de sembrar una patata.” En fin, “historias de un microcosmos desaparecido”. Desgraciadamente, aunque esa perdición haya servido para alumbrar este precioso libro.

domingo, 2 de septiembre de 2012

AQUELLA EDAD INOLVIDABLE, DE RAMIRO PINILLA


El fútbol ha inspirado a buenos escritores, en la literatura y en el periodismo: Galeano, Montalbán, Enric González, Trueba, Segurola… y ahora Pinilla, Ramiro Pinilla, otra vez él.

Era buen momento -recién salidos del armario del forofismo español, de la euforia futbolística europea y patria, todavía ostentado símbolos en balcones, coches y tractores- para engendrar una novela emotiva sobre el fútbol y el club de la infancia y la memoria. Porque lo del Athletic parece una mera excusa para hacer literatura de la niñez y de la nostalgia. También de los ídolos y de la pasión: “En este mundo hay que tener algo grande por encima de nuestras cabezas. Unos tienen a Dios y otros al Athletic”, exclama a media novela el padre del protagonista, Souto Menaya, alias Botas, delantero vasco que firma el gol de la victoria contra el Madrid, saborea la gloria pasajera, conoce la desgracia de una lesión que le inhabilita, acaba atormentado ensobrando cromos entre los que está él mismo y se niega a traicionar a su club y a confesar al Marca que aquel gol definitivo lo metió con la mano, aunque la recompensa fuera un trabajo bien pagado (y sentado, el único posible para él). Alrededor de esa fábula, otras historias amargas: un noviazgo difícil, un padre forofo, una madre traumatizada, unos directivos ladinos. Y (con el fútbol de telón de fondo) la represión de posguerra, la identidad vasca, la inocencia de la infancia, la pasión, la épica, la fidelidad, la dignidad de decir “no”. Tantas cosas que acaban complicando una novela sencilla, tantas historias pequeñas en manos de un escritor grande.

viernes, 13 de julio de 2012

DESAYUNO EN TIFFANY´S, DE TRUMAN CAPOTE



Otra vez el genio, el talento inmenso de Capote, siempre brillante, delicioso, sublime. No hablamos de la efectista adaptación cinematográfica, más virada hacia el glamour y lo chic, sino del librito de poco más de cien páginas que retrata la frívola sociedad neoyorquina en torno al personaje de Holly Golightly, una mujer frágil, alocada y encantadora, alegre pero atormentada, triste pero soñadora, elegante, inmadura, sofisticada, ingenua y casi todos los adjetivos que se nos ocurran sobre el personaje. Adorable, en suma, aunque ella misma advierte sobre sí misma “no se enamore nunca de ninguna criatura salvaje… no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes”

Inunda las páginas de un sabor amargo la vida melancólica de la protagonista, buscando el verdadero amor continuamente mientras se rodea de amantes, eso sí, con toda la honestidad posible (“…no puedes cobrar sus cheques y al menos no intentar que los amas”) y subordinando su felicidad al anhelo casi exclusivo de desayunar en Tiffany´s. A su alrededor giran personajes singulares: un barman, un mafioso, un millonario, una lesbiana, un gato o un vecino escritor en ciernes (narrador del libro y enamorado de Holly), entre otros. Todos componen una historia emotiva y cruda, adornada con los diálogos y el estilo magnífico de Capote. Y las aventuras de la cautivadora Holly acaban en un final lastimoso, duro, perturbador: huyendo mientras dice “no saber lo que es tuyo hasta que no lo has arrojado…” y sonriendo “con aquella nueva sonrisa sin alegría”.

Un deleite, un regalo de libro.

martes, 5 de junio de 2012

DIARIO DE INVIERNO, DE PAUL AUSTER


Cambio de género aunque no de estilo. Cambio de registro en el aclamado y prolífico Auster: de la ficción al diario, a la memoria, a la autobiografía. Esta vez, su libro es una mirada serena y optimista a lo que ha sido su vida, ahora que entra en el (invierno) tramo final, al menos en el último cuarto, cuando se da cuenta de que ya no es joven y “…los dolores son sin duda más persistentes y obstinados”.

Auster hace inventario de sus peripecias, ya desde niño: golpes, sustos, dolores, peleas, enfermedades, cicatrices, experiencias, viajes… incluso de un par de docenas de domicilios en los que vivió, descritos con detalle excesivo aunque explicable en un escritor (que debe aislarse, vivir mucho tiempo en casa). Y también habla de su gente, padres, esposas, hijas y, sobre todo, de la suerte del amor, de la suerte de su actual mujer, la persona más importante en su vida y que quizá explica ese tono final esperanzado del libro.

Diario deslavazado pero interesante, con reflexiones sobre el miedo a la muerte, la angustia de envejecer o la nostalgia del tiempo pasado pero también con divertidos brindis, por ejemplo, al tabaco y al alcohol, placeres personales que nunca piensa abandonar. Un libro que tal vez gustaría de firmar todo escritor al llegar a cierta edad y que es a la vez un poco circular: comienza así “Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes seis años”, y termina con “Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro años”. Sólo que ahora, al final, se pregunta: “¿cuántas mañana quedan? Has entrado en el invierno de tu vida.”

viernes, 11 de mayo de 2012

PASEOS CON MI MADRE, DE JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

Más libro de memorias que novela. Vivencias y mucha nostalgia del autor desde su barrio de Sant Adriá, al hilo de sus paseos por la orilla del río Besós. Pero también es el retrato de una generación y de una época –años ochenta- y una reflexión muy interesante sobre Barcelona. En principio, tres consideraciones. Primero, una vez más se demuestra aquello de que todos los autores escriben siempre el mismo libro (Los príncipes valientes). Segundo, aunque ya se palpaba muy clara, aquí la influencia de Umbral (“Siendo de barrio no querré yo ser de barrio…”) es honradamente confesada por el propio autor (más que la de Marsé o Montalbán). Y tercero, y lo más importante, el retrato de la Barcelona que nos muestra Andújar, una sociedad cerrada y exclusiva que sin duda existe, una ciudad que vive de espaldas a su gente de barrio: “querer verla desde el barrio es como intentar tocarse el codo con la mano del mismo brazo”. El segundo capítulo, titulado La ciutat podrida en honor de La Banda Trapera del Río, habla del clasismo de familia, de tres estratos en su pirámide sociológica, de abajo a arriba: “la multitud, las familias y la élite”. Es decir, el magma anónimo –los de laderas y descampados, imposibilitados para acceder a Diagonal (en el sentido de integrarse), expulsados de paraísos como el Palau-, familias intermedias y otras aún más poderosas. Estratos impermeables entre sí, verdadero mal endémico que ya cantó Serrat: “…que por un día el rico y el villano, el prohombre y el gusano, bailen y se den la mano, sin importarles la facha”. Por lo demás, buen libro y buen escritor, estilo personal y cuidado aunque no para todos los gustos, y paseos para recordar y denuncia. Desmitificación -para los de fuera- de una ciudad en la que “…se está en el cuarto de invitados durante un par de generaciones, y luego ya se accede al cuarto de servicio. Porque de Barcelona sólo se es por familia y por dinero, en riguroso orden.”