domingo, 30 de enero de 2011

DONDE VIVEN LOS MONSTUROS, DE MAURICE SENDAK



Todos tenemos o deberíamos tener una definición de urgencia para explicar qué es un clásico. Y más teniendo en cuenta que este concepto abarca ya géneros "no clásicos", como por ejemplo el álbum ilustrado. Ensayemos una definición desnuda: libro dirigido a público infantil, con preeminencia de ilustración pero con presencia también de texto, para que el niño lo lea autónomamente (o no), y que seguramente admita lecturas a más de un nivel. Pasito a pasito nos hemos acercado a un álbum ilustrado clásico, quod erat demostrandum. O si me apuran, el álbum ilustrado: Donde viven los monstruos. Conocida es la anécdota: un niño que se porta mal (¿recuerdan cuando no había etiquetas para el niño que, pura y llanamente, era de la piel de Barrabás?) y que, castigado por una madre ausente del relato, viaja con la imaginación. Destaquemos el simbolismo de los dibujos y de la acción, remachados por un texto brevísimo: el niño, vestido con una piel de lobo cual chamán siberiano, deviene, tras un viaje al otro confín del mundo, el rey de los monstruos. Los controla con su mirada magnética y éstos, que también tienen su corazoncito, le prodigan un cariñoso "¡te devoraremos!" para instarle que no vuelva a casa a tiempo de que se enfríe la cena de recluso infantil. La imaginación (y el espacio y el tiempo subjetivos) desbordan por la cabecita coronada del niño e incluso por su habitación. Quedará la cena, tibia, como muestra de amor incondicional materno, a pesar de los modales o del salvajismo del crío. Y quien esté libre de pecado, que tire la primera dentellada.

lunes, 10 de enero de 2011

PALABRA SOBRE PALABRA, DE ÁNGEL GONZÁLEZ


Nada mejor que comenzar un año –que se vislumbra inhóspito- leyendo (o revisitando) a don Ángel González, poeta mayor del siglo pasado y de la generación poética del 50. Su obra completa está recogida en una preciosa y precisa selección, con título de uno de sus libros míticos: Palabra sobre palabra.

Poeta de reconocimientos escasos y tardíos. Él mismo, que tuvo a gala quejarse para sus adentros, quiso de alguna manera protestar, ya casi al final: “¿Qué sabes tú de lo que fue mi vida?...”. El cantautor y poeta urbano Sabina le dedicó una canción que abundaba por ahí mismo: “… y agonizó en voz baja por cortesía”.

Poeta de tono coloquial y cercano, que cantó a la lluvia, al jardín, a los pájaros, al invierno. Aunque también al tiempo (“Mastico lentamente los minutos / -tras haberles quitado las espinas- …”) y a la desesperanza.

Poeta irónico, social, comprometido (la guerra, la solidaridad, la crítica contra el clero o la dictadura…). Y creador, a pesar de todo, vitalista. De vitalismo lento, eso sí; cimentado con gran esfuerzo. Dos de sus versos más conocidos lo certifican: “Para que yo me llame Ángel González… fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo”
“Mañana he decidido ir adelante / y avanzaré / mañana me dispongo a estar contento / mañana te amaré, mañana / y tarde, / mañana no será lo que Dios quiera.”