viernes, 17 de febrero de 2012

EN TIERRAS BAJAS, DE HERTA MÜLLER


Dentro de su evidente injusticia (aunque sean justos, siempre son relativos) al menos los premios -también el Nobel- sirven a veces para descubrir autores y literaturas poco conocidas. Así ocurría en el 2009 con esta gran escritora rumana.

En tierras bajas fue su primera obra, seguramente muy autobiográfica. Varias historias de su país natal contadas desde los ojos y la mente de una niña. Relatos que describen una aldea y sus habitantes, y la vida rural (costumbres, labores) nada idílica, y los sucesos familiares de esa niña (vivencias, sensaciones) nada dulces. Relatos sencillos pero llenos de detalles, que dan cuenta de una realidad dura, de un ambiente opresivo en el entorno de la narradora, trasunto del otro clima de represión en el país bajo la dictadura de Ceaucescu.

Libro amargo, pues. Para transmitir ese mundo duro, Müller usa trazos cortos, frases precisas, casi cortantes, rotundas. Pero lo hace con una narración por momentos discontinua y con ritmo de poesía, mezclando también sueños de esa niña. Todo ello suaviza mucho tanta crudeza (la misma técnica y casi los mismos retratos volvió a utilizar en su pequeña novela El hombre es un gran faisán en el mundo)

“Un chirrido cae escaleras abajo. Levanto la cabeza y la dejo caer de nuevo. Papá baja siguiendo el chirrido. Está descalzo. Con sus grandes dedos palpa la puerta negra. La puerta no chirría. Los dedos de los pies de papá crujen y el candado de la puerta negra se cierra tras él en silencio. Mi tía suelta una risita y dice: pies fríos. Papá hace chasquear los labios y dice: ratones y heno. La cama rechina. La almohada respira ruidosamente. La manta se encabalga en largas sacudidas. Mi tía gime. Papá jadea. La cama da breves sacudidas sobre su armazón.”

jueves, 2 de febrero de 2012

NO PONGAS TUS SUCIAS MANOS SOBRE MOZART, DE MANUEL VICENT


Vale, el libro tiene sus años, Madrid es otra ciudad distinta de la que pinta y este país también (es verdad aquello de que no lo conoce ni la madre que lo parió). Pero ¿qué más da? El estilo es eterno y el de Vicent sublime.

Un progre, un tipo de izquierdas sometido sin rechistar a la anarquía de sus hijos por miedo a que le tachen de reaccionario, se rebela de golpe, le arrea un bofetón a su hija y la echa de casa. El detonante: ella y sus golfos amigotes habían invadido el hogar y su hija pretendía poner para sus compinches sus discos de Mozart. Eso no, por ahí no pasó aquel hombre. Ese artículo genial da título al libro. Hay muchos más, veintitantos, todos artículos de prensa publicados en una época determinada y fruto del inmenso poder de observación del autor ante ciertos hechos (cotidianos para los demás, literariamente extraordinarios para él): la visita espectáculo del Papa Wojtyla, un día cualquiera en el Retiro, el niño chantajista de unos padres separados, el impacto de un concierto de los Rolling, etcétera. Es decir, cuadros de situaciones y radiografías de personajes, concebidos desde la mente de un escritor contemplativo y cínico.

Pero Vicent es además un gran creador de imágenes. Así empieza el artículo La noche íntima de Madrid: “En la puerta del garito, un conserje manco, iluminado por un reflejo de color quisquilla, aprieta con el muñón un taco de localidades contra la vesícula y pregona a media voz la entrada al paraíso por el precio de ochocientas pesetas, consumición incluida.” Así empieza la crónica No sonrías a un desconocido: “Era una de esas que va reventando las costuras y hace parar las taladradoras en la calle.”