jueves, 2 de febrero de 2012

NO PONGAS TUS SUCIAS MANOS SOBRE MOZART, DE MANUEL VICENT


Vale, el libro tiene sus años, Madrid es otra ciudad distinta de la que pinta y este país también (es verdad aquello de que no lo conoce ni la madre que lo parió). Pero ¿qué más da? El estilo es eterno y el de Vicent sublime.

Un progre, un tipo de izquierdas sometido sin rechistar a la anarquía de sus hijos por miedo a que le tachen de reaccionario, se rebela de golpe, le arrea un bofetón a su hija y la echa de casa. El detonante: ella y sus golfos amigotes habían invadido el hogar y su hija pretendía poner para sus compinches sus discos de Mozart. Eso no, por ahí no pasó aquel hombre. Ese artículo genial da título al libro. Hay muchos más, veintitantos, todos artículos de prensa publicados en una época determinada y fruto del inmenso poder de observación del autor ante ciertos hechos (cotidianos para los demás, literariamente extraordinarios para él): la visita espectáculo del Papa Wojtyla, un día cualquiera en el Retiro, el niño chantajista de unos padres separados, el impacto de un concierto de los Rolling, etcétera. Es decir, cuadros de situaciones y radiografías de personajes, concebidos desde la mente de un escritor contemplativo y cínico.

Pero Vicent es además un gran creador de imágenes. Así empieza el artículo La noche íntima de Madrid: “En la puerta del garito, un conserje manco, iluminado por un reflejo de color quisquilla, aprieta con el muñón un taco de localidades contra la vesícula y pregona a media voz la entrada al paraíso por el precio de ochocientas pesetas, consumición incluida.” Así empieza la crónica No sonrías a un desconocido: “Era una de esas que va reventando las costuras y hace parar las taladradoras en la calle.”

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