domingo, 30 de enero de 2011

DONDE VIVEN LOS MONSTUROS, DE MAURICE SENDAK



Todos tenemos o deberíamos tener una definición de urgencia para explicar qué es un clásico. Y más teniendo en cuenta que este concepto abarca ya géneros "no clásicos", como por ejemplo el álbum ilustrado. Ensayemos una definición desnuda: libro dirigido a público infantil, con preeminencia de ilustración pero con presencia también de texto, para que el niño lo lea autónomamente (o no), y que seguramente admita lecturas a más de un nivel. Pasito a pasito nos hemos acercado a un álbum ilustrado clásico, quod erat demostrandum. O si me apuran, el álbum ilustrado: Donde viven los monstruos. Conocida es la anécdota: un niño que se porta mal (¿recuerdan cuando no había etiquetas para el niño que, pura y llanamente, era de la piel de Barrabás?) y que, castigado por una madre ausente del relato, viaja con la imaginación. Destaquemos el simbolismo de los dibujos y de la acción, remachados por un texto brevísimo: el niño, vestido con una piel de lobo cual chamán siberiano, deviene, tras un viaje al otro confín del mundo, el rey de los monstruos. Los controla con su mirada magnética y éstos, que también tienen su corazoncito, le prodigan un cariñoso "¡te devoraremos!" para instarle que no vuelva a casa a tiempo de que se enfríe la cena de recluso infantil. La imaginación (y el espacio y el tiempo subjetivos) desbordan por la cabecita coronada del niño e incluso por su habitación. Quedará la cena, tibia, como muestra de amor incondicional materno, a pesar de los modales o del salvajismo del crío. Y quien esté libre de pecado, que tire la primera dentellada.

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