viernes, 6 de enero de 2012

EL ARPA DE HIERBA, DE TRUMAN CAPOTE


Otro inevitable, otro genio. Tan brillante que gozó de la admiración de sus contemporáneos, con tanto talento que no pudo malgastarlo ni siquiera con una existencia de absoluta piltrafa (la película Capote lo mostró muy bien, y quizá el oscarizado actor fuese todavía menos excesivo que el personaje).

A sangre fría ya le habría bastado para ocupar un puesto en el olimpo literario. Pero además están sus relatos, sus narraciones breves perfectas, como esta pequeña novela de título evocador. El arpa de hierba es una historia entretenida y tierna, pero también autobiográfica pues el autor se basó en su propia infancia que compartió con dos tías solteras y mayores. Y eso mismo narra el libro, en primera persona a través de Collin, un joven huérfano que vive con sus tías Dolly y Verena, y la criada negra Catherine. No ocurre nada demasiado extraordinario, salvo que un día las hermanas discuten y una de ellas, con el sobrino y la criada, decide huir e instalarse en una casa construida en un árbol en medio del bosque, donde se les unen un amigo de Collin y un viejo juez. El pueblo entero se revoluciona entonces y por las cercanías del árbol circulan los personajes más peculiares como el reverendo o el sheriff. Lo de menos, pues, es la historia, casi un cuento increíble. Lo de más es la maestría para describir situaciones sencillas pero llenas de matices, la prosa precisa y dulce, la sensibilidad con la que trata a unos personajes cautivadores. Y siendo una de sus primeras novelas, es además un libro más exquisitamente poético que los posteriores: “la pradera (…) se torna roja a la puesta del sol y las sombras de color escarlata, semejantes al resplandor de una hoguera, pasan sobre la hierba, arrastradas por las ráfagas de los vientos otoñales que, al agitar suavemente sus hojas, emiten un leve suspiro que parece música humana: un arpa de voces”. Esmerada poesía.

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