domingo, 6 de febrero de 2011

EL ÚLTIMO PATRIARCA, DE NAJAT EL HACHMI



A menudo cuesta asomarse a los premios literarios por razones diversas. Además de la pereza inherente (¿por qué leer lo que se debe, cuando lo que se debe es leer?), el esfuerzo se redobla si nos atenemos al sistema de cuotas (dichosa corrección política). Por ello cuando se concedió el Ramon Llull de novela a una mujer de origen extranjero, sacudimos la cabeza con aires de “estaba cantado” e ironizamos: el año que viene, a un calvo bajito con astigmatismo. Sin embargo, dejamos pasar la efervescencia, nos detuvimos a pensar que también pasa en otras culturas (los que vienen a quedarse se apropian de tu lengua) y le dimos una patada en el trasero a los prejuicios. A lo mejor, nos dijimos, tiene algo que contar y además lo hará con gracia. Y se obró la maravilla. El último patriarca es una novela escrita por una inmigrante, pero en absoluto es una obra que se limite a recordar en todo momento que sus méritos son los estipulados por el punto de partida de quien la escribe. Participa de tradiciones orales (la referida y la vivida) a caballo de dos sociedades (el lejano sur y la Cataluña actual) y refiere la coronación simbólica de Mimoun, erigido patriarca por madre, hermanas y amantes de aquí y de allá, y destronado precisamente por la niña de sus entretelas. Porque no hay vuelta atrás. Y lo que queda en medio es literatura con mayúsculas.

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