domingo, 6 de febrero de 2011

WILLIE EL SOÑADOR, DE ANTHONY BROWNE



El humor y la imaginación son compatibles: basta con asomarse a los cuadros de Magritte. Asimismo, la expresión álbum (ilustrado) inteligente no es un oxímoron. Los protagonizados por Willie, un chimpancé escuchimizado que viste chalecos feísimos, son entrañables en tanto que nos recuerdan el niño que fuimos (pongamos aquí la sarta de adjetivos que más nos convenga). Y eso fascina al padre que hojea el libro y al niño que se da cuenta de la identidad que se establece entre los tres. ¿Lo mejor del presente? Que a rico, espabilado y guapo tal vez sí, pero a soñador no le gana nadie, y a caballo de su butaca orejera (mejor dicho, en alas de), sueña como debe ser: sin límites. Desfilan ante sus párpados cerrados, que son los mismos que los nuestros pero abiertos, otros Willies alternativos de ahora mismo, de antes y del futuro. La imagen, como en todo buen sueño, adquiere un peso relevante, e invita al niño a descubrir detalles tan divertidos como poéticos (nada de las soseces intrincadas del ubicuo Wally). Por su parte, en el mismo proceso, el adulto que acompaña descubre conexiones: Dalí, Magritte, Rousseau...sintiéndose equidistante entre la ternura y el desconcierto.

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