viernes, 22 de julio de 2011

GUÍA PARA VIAJEROS INOCENTES, DE MARK TWAIN


En 1867 un grupo de turistas y peregrinos americanos embarcan con destino a Tierra Santa (con escala en ciudades intermedias del Mediterráneo: Marsella, Roma, Florencia, Pisa, Egipto, Damasco, Málaga…), en lo que puede considerarse el primer viaje turístico organizado de la historia. Entre ellos, un joven autor de inmenso talento, Mark Twain, que realiza una especie de diario de a bordo, del que resulta una guía de viaje que bien se puede leer como una fascinante novela. El gran escritor da noticia de ciudades, monumentos, rincones o costumbres, haciendo gala de su vena humorística, tan notable como desconocida. Twain se muestra socarrón y corrosivo, lúcido y mordaz, sacando punta a todo lo que se mueve, parodiando todo lo que discurre en el relato y fabricando algo similar a una caricaturización literaria.

Hay lugares y gentes que salen bastante mal parados. Ejemplos: “…vaya cuando vaya, encontrará alguien sorbiendo los mocos sobre esa tumba”. “Civitavecchia es el mejor nido de suciedad, plagas e ignorancia…”. Ni siquiera se libran la Santa Madre Iglesia (“De los sanguinarios pasatiempos de la Santa Inquisición, la masacre del Coliseo y las tétricas sepulturas de las catacumbas, pasamos a los pintorescos horrores del Convento de los Capuchinos”) ni los Maestros Antiguos (“Miguel Ángel, Rafael… pintaron bastantes Vírgenes, bastantes Papas y bastantes espantajos angelicales como para poblar el Paraíso…”)

El balance, sin embargo, es positivo y el escritor trotamundos acaba confesando que “viajar es nefasto para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de miras”. Lo que siempre se ha dicho: viajar y leer.

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