martes, 28 de diciembre de 2010

ARRUGAS, DE PACO ROCA



Nos parece fascinante e intranquilizador al mismo tiempo descubrir, a estas alturas de la pelicula, que la frontera entre géneros literarios se diluye o incluso se enriquece complicándose. Uno creía tener claro que los cómics (los tebeos de toda la vida) eran una cosa y las novelas otra muy diferente. Y que además correspondían a pulsiones, momentos vitales y circunstancias diferentes. La lectura del estremecedor Maus, de Art Spiegelman, contribuyó a socavar creencias enraizadas en cuanto a lo estanco de los géneros. Y la más reciente de Arrugas dinamita cualquier idea preconcebida.

Los adultos que leemos cómics con una presencia importante de texto consumimos, tal vez sin excesiva conciencia de ello, novela gráfica. Pero lo que cuenta, al fin y al cabo, no es el vehículo, sino la presencia o no de una historia que sugiera una realidad que vaya más allá del texto y de la viñeta.

Estremece ser espectador del día a día de una residencia de ancianos, con el fantasma omnipresente del Alzheimer. No hay que convivir únicamente con el olvido, plasmado de la manera más simple y contudente, sino con el declive, multiforme e irreversible. Y todo ello explicado con sencillez, con algún atisbo de humor, por qué no, y también sin sensiblería pero sin ahorrar miserias. Algo así como El envejecimiento explicado a mis hijos (mientras me mantenga lúcido). Para que poniéndonos en los zapatos del yayo aprendamos de su visión. Una lección sublime, premiada, pero tal vez no lo suficiente.

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