sábado, 16 de octubre de 2010

EJERCICIOS DE ESTILO, DE RAYMOND QUENEAU



El stylos era el punzón con que los escolares de la Antigüedad clásica se adiestraban en la escritura. De humilde útil de aprendizaje pasó a referirse al rasgo que individualiza un escritor: por eso se habla de estilo Proust, estilo Borges, etcétera.

Entre ambas acepciones del término media un abismo y Queneau lo franquea 99 veces, tal vez con las manos en los bolsillos y silbando un vals musette. El doctor (por lo de docto) Queneau repite una anécdota básica (que no low cost)tres veces treinta y tres veces. En cada una de ellas creemos estar ante un autor diferente: latinizante o postmoderno, barriobajero o decadente, prosaico o lírico, racional o chiflado, pero a menudo hilarante. Ríase usted de personalidades múltiples: Queneau asume, santa locura, más de las que usted y yo podríamos imaginar después de pimplarnos una botella de pastis.

Y para echarle más leña al fuego, atrévase a jugar al juego de las diferencias: no hay dos traducciones que se parezcan. Malditos traductores. Poliedrismo puro y duro como antídoto ante el pensamiento único, los autores de una sola frase y los actores de una sola mueca.

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